El relleno sanitario es, a grandes rasgos, el método más utilizado para la disposición final de los residuos sólidos y consiste en depositar estos materiales en el suelo, cubrirlos con una capa de tierra y compactar el material.
Estos sitios deben cumplir con principios básicos como el control de los líquidos y lixiviados generados por la descomposición de los sólidos, así como de los gases producidos, sustancias que pueden generar daños a los mantos acuíferos y al ambiente.
Pero en algunos rellenos, la realidad es otra. Las irregularidades en su manejo amenazan con provocar accidentes ambientales y sociales, si no se toman a tiempo las medidas necesarias.
La población debería seguir el sistema en jerarquía, en el que reducir al máximo la generación de estos materiales es el primer paso. Así, la reutilización de los desechos, su valorización por medio del reciclaje, el tratamiento y la disposición de la menor cantidad posible de residuos son las acciones que deberían cumplirse después.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos en educación ambiental y campañas de reciclaje de diversas organizaciones e instituciones, no se cumple esta jerarquía, y los rellenos sanitarios se han convertido en el destino de todo tipo de residuos sólidos, incluyendo materiales peligrosos para el ambiente y la salud humana.
La reducción de contaminación en comparación con un relleno sanitario es significativa. Nuestra planta logra una reducción de emisiones de GEI de aproximadamente un 85% menos de CO₂ equivalente, un control de lixiviados con una disminución de entre el 90 y 95% de lixiviados contaminantes, y una reducción de residuos finales acumulados de alrededor del 80%, optimizando además el uso de combustibles y energías limpias para reducir efectivamente el impacto ambiental.